“Ir más allá de ser o no el primero”

19.02.2023

Después de festejar el gol y del abrazo con sus compañeros sonrió. Se tomó un momento, esa pausa que uno hace antes de aclarar lo importante, se paró firme en la cancha y levantó el brazo con el puño cerrado.

La simpleza del festejo del capitán del equipo, en plena dictadura brasileña, es una de las jugadas más políticas de la historia del fútbol. Pero no solo porque levantar el puño fuese una señal para posicionarse en la disputa del poder social, sino porque además, Sócrates sonreía. En un país donde el fútbol es cultura él estaba orgulloso de representar a la democracia con la pelota en los pies.



Tenía diez años en 1964 cuando irrumpió en el gobierno de Brasil, al frente de Joao Goulart, la dictadura militar encabezada por Humberto de Alencar Castelo Branco. Tenía diez años y era un gran lector que imitaba a su papá, amante de la literatura, sentado durante horas frente a un libro, cuando esperó tieso al lado del fogón que los quemara todos por instinto de supervivencia. "Se acabó ese juego que te hacía feliz" pero el reflejo de ese fuego acompañó tu vida.

Entrenaba poco, porque estudiaba mucho. Y en los años más álgidos de su carrera de medicina, fue el máximo goleador del torneo paulista.

Medía más de un metro noventa y tenía un tiempo propio que se marcaba en zancadas. Jugaba como había aprendido a vivir, dándole espacio a cada paso con inteligencia. Como le costaba girar inventó el taco. Por supuesto que no fue el primero, pero lo hizo como nadie.

Cuando al equipo le fue mal (en los resultados) y la hinchada se enojó con los jugadores que tuvieron que encerrarse durante horas en el vestuario, Sócrates debatió con todo un estadio, otra vez, con la pelota en los pies. Metió goles en todos los partidos. No festejó ninguno y la hinchada entendió las palabras del jugador: "La felicidad es la única verdad". 

Eso de estar dispuesto a hablar con los demás fue la semilla de la Democracia Corinthiana. Junto con sus compañeros, en un país con las libertades condicionadas por la centralización del poder jugaron, también, al ejercicio de la participación política. Todos votaban ("un hombre, un voto") jugadores, utileros, cuerpo médico. Se reunían, le daban tiempo al debate, exponían sus ideas durante horas y votaban incluso a quién elegirían como entrenador. El nombre fue Addison Montero Alves, era sociólogo y nunca había dirigido a un equipo.

Fueron campeones en 1979 porque, en definitiva, los goles son construcción política y colectiva. 

Toquinho, un compositor brasileño, escribió en una canción: "Ser corinthiano es ir más allá de ser o no el primero. Ser corinthiano es ser también un poco más brasileño". 

Fueron un ejemplo de libertad para el país. Se organizaron. Entraron a la cancha con una bandera que decía "ganar o perder, pero siempre con democracia". En un país cargado de miedo a ejercer su derecho a votar y frente a la posibilidad de derrocar la inconstitucionalidad grabaron en la camiseta "DIA 15 VOTE" y el pueblo corinthiano respondió.

Brasil recuperó su democracia el 15 de marzo de 1985, 21 años después. 

El mismo día que Sócrates murió en 2011, el Corinthians salió campeón. El estadio entero se tomó un momento, esa pausa que uno hace antes de aclarar lo importante, se pararon firmes, levantaron el brazo con el puño cerrado y sonrieron. Fue el reflejo de ese fuego. La felicidad es la única verdad.


© Mica Gamuza. Todos los derechos reservados.
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