CHINA 1991
El contexto: entre la prohibición y los estadios llenos
El 16 de noviembre de 1991 fue el pitazo inicial y a rodar la pelota del primer Mundial Femenino oficial de FIFA. Habían pasado 61 años de la experiencia masculina en el Mundial de Uruguay 1930 y 21 de la primera prueba de que las selecciones femeninas tenían mucho para dar en un torneo internacional e incluso de que había una gran cantidad de espectadores dispuestos a acompañar a sus equipos, por si era necesario dar demostraciones.
El mundo llevaba años escuchando decir en distintas voces más o menos certificadas que el fútbol no podía ser femenino: por inmoral, por peligroso o porque sí. En Inglaterra 1921 la Asociación de Fútbol Británico opinó que "es un deporte inadecuado para las mujeres" y cerró los estadios a las jugadoras después de que hayan conquistado Wembley y el Goodison Park, frente a más de 50 mil personas en partidos a beneficio de los soldados de la Primera Guerra Mundial. En Brasil, el Consejo Nacional de Deportes, a través de la Ley 3199 en 1941 dijo: "No se les permitirá practicar deportes incompatibles con la condición de su naturaleza", y lo ratificó la dictadura militar de 1965 a través de un decreto que imponía que: "no estará permitida la práctica de luchas de cualquier naturaleza. Fútbol, fútbol de salón, fútbol playa, waterpolo, polo, rugby y básquet".
Pero, por otro lado, también hubo dos encuentros internacionales que nutrieron aquel partido inicial de experiencia. Ya en 1969 había nacido en Italia, la Federación Internacional de Fútbol Femenino (FIEFF) que se propuso organizar una competencia mundial. La propuesta se concretó en julio de 1970 gracias al apoyo de la empresa Martini & Rossi por lo que así mismo se llamó la competencia (o podemos decirle la Copa del Mundo Vermucito). Participaron 7 selecciones de las cuales 6 fueron europeas: Italia, Dinamarca, Inglaterra, Austria, Suiza y Francia y a la que se les sumó México para aportar el toque Latinoamericano.
Incluso en 1971 fue México la sede del segundo torneo internacional no oficial, aprovechando la infraestructura que dejó la competencia masculina de 1970. Esta vez participaron seis selecciones: Italia, Inglaterra, Dinamarca y Francia de Europa que se sumaron a México y Argentina. En ese contexto, no oficialmente, Dinamarca consiguió el bicampeonato del mundo: en la primera final se impuso ante Italia por 2-0, usando la camiseta de Milan (porque ni equipamiento había) y en la segunda por 3-0 ante las locales.
El Estadio Azteca a tope fue una de las experiencias más importantes del fútbol femenino a nivel internacional y Argentina protagonizó la primera victoria frente a Inglaterra en mundiales. Pero tuvieron que pasar 20 años más para que la federación encargada del fútbol abra la cancha y habilite la competencia más importante del mundo, también para las mujeres.
Un primer pase en la era FIFA
El 30 de junio de 1988 la FIFA aprobó el establecimiento de la Copa Mundial Femenina que comenzó a disputarse 3 años después, en 1991. Para eso, no bastó con observar la historia sino que eligieron hacer una especie de prueba piloto: el Torneo Invitacional Femenino de 1988 que se llevó a cabo entre el 1 y el 12 de junio de ese año, también en China, donde se consagraron campeonas las noruegas. Entre las selecciones invitadas solo representó a Latinoamérica Brasil que quedó en tercer lugar (parece que 40 años de prohibición no alcanzan para dinamitar la calidad brasileña).
En el Mundial Femenino de China 1991 participaron doce selecciones divididas en tres grupos de cuatro equipos cada uno, 26 partidos, pero probablemente el dato más llamativo fueron los 99 goles, un promedio de 3.8 por partido. Hay hipótesis para entender por qué ciertos países ganan partidos por diferencias de cinco, seis o siete goles, aunque un poco de resumir la historia del femenino alcanza para aclarar que algunos países tienen recorridos muchos años de fútbol y sobre todo lucha.
Las protagonistas del primer pase fueron las Chinas que se impusieron sorpresivamente 4-0 frente a Noruega que venía de ganar el último torneo internacional y que luego de asentarse participaron en la final.
Estados Unidos, metió 25 goles y recibió sólo 5. Los gritos fueron trabajo de una delantera que el periodismo supo llamar "La espada de triple filo": Carin Jennings, April Heinrichs y Michelle Akers que marcaron 20 de esos goles.
Se estrenó una copa que no es la de hoy, bastante más pequeña y menos dorada. Y un dato no menor, que nos ayudaría a entender los caminos del femenino es que los partidos fueron de 80 minutos, dos tiempos de 40. Cabe, quizás, el asterisco: si empezáramos a contar sólo desde ese año, nos robaron 260 minutos de fútbol.
Un catálogo de goles norteamericanos
Michelle Anne Akers tenía 25 años y 1,77 metros de altura sin incluir la amplitud de su cabellera que bien acorde a la época cargaba llena de rulos que usó siempre sueltos. Llevaba una camiseta enorme por dentro del pantalón para disimular cierta incomodidad de la ropa deportiva de la época con el 10 gigante y redondeado en la espalda y el pecho.
En el Estadio New Plaza, el 24 de noviembre, Michelle firmó un lugar en la historia de la competencia. Cuando habían pasado sólo 8 minutos del comienzo del partido por cuartos de final contra China Taipéi (que hoy conocemos como Taiwán), se hizo cargo de un rebote en el área, una media vuelta, a sobrepique, mientras caía para atrás le pegó con el pie hábil y la pelota se metió por el palo derecho de la arquera; un tiro libre 20 minutos después que pasó por arriba de la barrera y se clavó en el primer palo de la arquera; otro rebote que pudo alcanzar, esta vez, desde la puerta del área; Un penal lento, esquinado, bien pateado nuevamente al palo derecho; y sentenció de palomita con el parietal entrando de derecha a izquierda en una volada que completó el récord.
Cinco goles en un partido, la primera y única vez incluso hasta ahora, cinco goles de todas las formas posibles a los que se le sumaron dos de Julie Foudy y Joy Fawcett que concretaron el 7-0 final. Akers también convirtió un gol frente a Brasil, dos frente a Japón y para volverse más que nunca parte de la historia irremediable del deporte, del país y del torneo, marcó los dos goles de la final de Estados Unidos contra Noruega, frente a 63 mil personas, primero de cabeza y para cerrar el encuentro, una definición que las sacó del empate después de recuperar la pelota, enganchar hacia afuera frente a la arquera y definir con un pase a la red que empujó de derecha.
Michelle levantó la primera copa del mundo y consiguió el bicampeonato en 1999 de local y frente a un estadio repleto de gente.
Pioneras no son solo las que juegan
No fueron sólo las jugadoras las protagonistas de las primeras veces. Para el torneo de 1991 fueron convocados 14 árbitros y 6 árbitras que hasta las últimas fechas ocuparon el lugar de asistentes.
La historia cambió el 29 de noviembre en el partido que definió el tercer y cuarto lugar entre Suecia, que contaba con la participación de Pia Sundhage (que formará parte del Mundial 2023 como DT de Brasil) y Alemania que hizo un muy buen torneo pero cayó frente a Estados Unidos en semifinales.
En ese partido la terna estuvo compuesta por 3 árbitras y la protagonista fue la brasileña Claudia Vasconcelos que se convirtió en la primera mujer en dirigir un partido de Mundial FIFA. Fue un 4-0 en favor de Suecia que se consagró en el tercer lugar del torneo.
Desde ahí en adelante
China 1991 fue el primero en un torneo que no tiene tanto de acumulativo como de exponencial. Hace falta romper la inercia para empezar a encontrarle un ritmo propio. Todavía hoy (y quizás más que nunca) las jugadoras hablan de la necesidad de que la disciplina crezca y se afiance con políticas que acompañen el crecimiento, y por eso es fundamental mirar hacia atrás y reconocer la historia, a sus protagonistas y lo que fueron consiguiendo con la pelota en los pies, para poder mirar hacia adelante. Desde antes, cuando tenían el fútbol prohibido y seguían creciendo hasta ahora que se avecina una nueva Copa del Mundo en Australia y Nueva Zelanda.